En octubre de 2005, la UNESCO aprobó la proclamación del 27 de octubre como el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, con el objeto de crear conciencia sobre la conservación de esta importante herencia global. La fecha remite al 27 de octubre de 1980, cuando en su 21° Conferencia General, la UNESCO aprobó la «recomendación para salvaguardar y preservar las imágenes en movimiento». Ese fue el primer instrumento internacional para declarar la importancia cultural e histórica de producciones cinematográficas, televisivas y videográficas, y reclamar a los Estados miembros que den pasos decisivos para asegurar su preservación.
Eric Hobsbawm, uno de los historiadores más influyentes de nuestra época, ha remarcado más de una vez que el audiovisual es un instrumento fundamental para comprender y estudiar la última centuria de nuestra historia. En este sentido, la conmemoración de este día nos recuerda la creciente situación de peligro a la que está expuesto este invaluable patrimonio mundial. En las más diversas latitudes del planeta los archivos audiovisuales que se generaron durante el siglo XX se hallan registrados en soportes como el nitrato o, más recientemente, los diferentes tipos de medios de almacenamiento magnético (beta, U-MATIC, VHS, etcétera) que, de no contar con las medidas de conservación y protección necesarias, corren el riesgo de deteriorarse hasta volverse inutilizables. Los procesos adecuados de resguardo, de cuidado y también de restauración son, en general, extremadamente costosos y las instituciones públicas y privadas no siempre están en condiciones –ya sea por escasez de recursos o por desidia– de llevarlos a cabo. Este panorama ha derivado en lamentables eventos que, durante el último siglo, produjeron la pérdida de materiales invaluables e irrecuperables. Incendios, inundaciones, robos, destrucciones y olvidos endémicos son situaciones que se han repetido con pertinaz frecuencia.
Argentina no es la excepción a los hechos anteriormente descriptos. Las interrupciones institucionales que signaron su historia durante el siglo XX, la inexistencia de una red sólida de organismos dedicados al resguardo del patrimonio audiovisual y la ausencia, o falta de implementación de políticas públicas en relación al tema, constituyen algunas de las razones que explican la desaparición o el pésimo estado de conservación de cuantiosos fragmentos de nuestro patrimonio audiovisual. Hoy, casi el cincuenta por ciento del cine clásico producido en el país durante el período sonoro, en el que la industria argentina llegó a estar entre las tres más importantes de Hispanoamérica, se encuentra perdido. El panorama se ensombrece todavía más si nos centramos en la fase silente, donde la cifra de films desaparecidos asciende a más del noventa por ciento.
Argentina es uno de los pocos países latinoamericanos que todavía no cuenta con una Cinemateca Nacional. Este hecho resulta aún más preocupante si tenemos en cuenta que en 1999 el Congreso Nacional aprobó la ley 25.119, que dispone la creación de la Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional (CINAIN) y que en 2010 la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, firmó el Decreto reglamentario de dicha ley. Hoy, a más de 15 años de promulgada la ley y a casi 5 de su puesta en vigencia, la Cinemateca Nacional sigue siendo solo un sueño.
Por último, no debemos olvidar un importante punto que contemplan las actas de la UNESCO y que otorga, en gran parte, sentido a la preservación audiovisual. En sus principios generales, el documento reza: “se debería facilitar el más amplio acceso posible a las obras y fuentes de información que representan las imágenes en movimiento adquiridas, salvaguardadas y conservadas por instituciones públicas o privadas de carácter no lucrativo”. Como investigadores del campo audiovisual sabemos que el tema del acceso ha sido por años un problema medular en nuestra área de estudios y que su solución es absolutamente fundamental para el desarrollo y el surgimiento de nuevas investigaciones sobre esta especialidad. En los últimos años se han realizado importantes avances en este sentido, como la digitalización del acervo fílmico del Archivo General de la Nación, del Canal 7 de Buenos Aires o del Canal 12 de Córdoba, el rescate de diversas películas del período silente y clásico pertenecientes a la colección del Museo del Cine, o el gran trabajo de remasterización y difusión del cine argentino que ha emprendido INCAA TV, por nombrar algunos de los más relevantes. Sin embargo, también ha habido retrocesos como la reciente e inexplicable desaparición del Catálogo Acceder, una red de contenidos digitales creada en 2005 en la que convergían las bases de datos de diversos museos y bibliotecas de la Ciudad de Buenos Aires y que contenía películas, fotografías, afiches y otros documentos de sumo interés tanto para especialistas como para estudiantes y público en general. Asimismo, la Fundación Cinemateca Argentina, una institución originalmente creada en 1949, con el objetivo de “difundir la cultura cinematográfica universal” y que desde hace años programa la sala Leopoldo Lugones del Complejo Teatral de Buenos Aires, cuenta con un patrimonio fílmico tan relevante como inaccesible para la mayor parte de los investigadores. Tal vez este sea uno de los casos más controvertidos en relación con el patrimonio audiovisual argentino, ya que, si bien no es una institución pública, la misma se sostiene a través de diferentes apoyos gubernamentales y privados.
En definitiva todavía queda mucho por hacer y como sugiere Hernán Gaffet, uno de los principales propulsores de la CINAIN, “aún cuando el estado ponga en marcha esta institución, la continuidad y eficiencia de la misma dependerá de los ciudadanos y en particular de la comunidad cinematográfica” y deberíamos agregar también de la comunidad científica toda si no queremos que el futuro muy pronto nos sorprenda sin pasado.
Dra. Andrea Cuarterolo
Dr. Pablo Piedras